
| Mª Adela Díaz Párraga |

Chinchilla se extiende en la Comarca de Montearagón, en
tierras de Albacete. Desde lo alto del Cerro de San Blas, domina la llanura
manchega, teniendo como fondo los montes de Chinchilla. El esparto tapiza su
suelo, un material que desde tiempos ancestrales han usado para varias labores
artesanas. Algún que otro olivo, y carrascas, pero pocas. Gavilanes, cernícalos
y búhos reales, se reparten el aire con el alcaraván o la perdiz roja.
Dicen, que la fundó Hércules que puso las primeras piedras
en el siglo VII antes de Cristo. Leyendas aparte, se sabe que estuvo habitada
en el Neolítico, y han aparecido muchos yacimientos, como el de la Vía Augusta,
que nos lleva a los romanos. También se la menciona en el Itinerario Antonino.
En tiempo de los musulmanes, en el siglo VIII se hablaba de ella, pero fue en
el 928 cuando empezó a encumbrarse con el Califato cordobés. La llamaban
Ghenghalet, Yinyala y Sintinyala, y fue una de las ciudades más importantes del
Reino de Murcia. Hasta que, en 1242, Alfonso el Sabio, ayudado por Jaime el
Conquistador y la Orden de Calatrava, se la quitó a los musulmanes. Un año después,
en el Tratado de Alcaraz, Ibn Hud, el último rey moro de Murcia, entregó el
reino y todos sus castillos, incluido el de Chinchilla. Todo eso, paso al Señorío
de Villena, más tarde Marquesado, y en el XIV, Enrique IV lo incorporó a la
Corona de Castilla. No les cayó bien a los Villena, que ya empezaban a tomar
importancia, pero los de Chinchilla les plantaron cara tan duramente, que les valió
el título de Ciudad en 1422. En tiempos revueltos, los avisados sacaron buena
parte. Esto sucedió con Don Diego López Pacheco y Portocarrero, que llegó a ser
favorito de Enrique IV y Marqués de Villena. Los Reyes Católicos juraron los
Privilegios de la Ciudad en 1488, y a la vez la nombraron Noble y Muy Leal, y
con Fernando VII, obtuvo el de Fidelísima. También sufrió las Guerras de Sucesión,
de Independencia, y en las Carlistas, dio cobijo a los que huían de Albacete.
El nombre se pierde en la época ibérica y luego en la romana,
donde evolucionó a través del mozárabe y el árabe andalusí, un poco lioso, como
ven, pero que demuestra la antigüedad de esta tierra.
Chinchilla de Montearagón, es una ciudad de gran riqueza artística,
y al reclamo acude el viajero. Sus calles albergan hermosas casonas, rincones
con sabor de siglos, con palacios que proclaman su riqueza y poderío. Creo que
la primera visita, deben hacerla al castillo, que se empina orgulloso en lo más
alto del Cerro de San Blas, y es el símbolo de la ciudad. Sus orígenes están en
el antiguo emplazamiento ibérico, más tarde fue romano, y de los visigodos.
Pero fueron los musulmanes cuando lo conquistaron, quienes dejaron su sello en
el recinto fortificado. Las entradas en codo, el recorrido entre varias
puertas, las torres albarranas, unidas algunas por puentes o arcos. Quedan
restos de la Puerta Herrada, construida entre dos torreones, o las Corachas, galerías
subterráneas que comunicaban las torres alejadas con el edificio. En el
castillo, estuvo prisionero César Borgia.
Y claro, con el castillo van las murallas, aunque se
hicieron después, ya en el siglo X, en la época del Califato, apoyada en la
piedra escarpada, adaptándose al terreno. Un cinturón defensivo de piedra, que
rodeaba la ciudad. En los siglos XIV y XV las rehabilitaron y se abrieron
nuevas puertas, y en el XIX, se abrió la última, la Puerta de la Libertad o
Nueva, que se conserva. También la Puerta Herrada, construida entre dos
torreones. Se conserva una buena parte de ella.
Y ahora vamos a llegar hasta la Plaza Mayor que reúne
edificios la mar de interesantes. La plaza del siglo XVII, es el centro de la
ciudad, y el lugar indiscutible para cualquier celebración. Se entra por el
Arco de la Villa, jalonado por dos cañones que pertenecían al castillo, y que
mutilaron las tropas napoleónicas. La plaza es rectangular, rodeada de contrafuertes
y llena de emblemáticos edificios. Al principio era más cerrada, porque había
casas y soportales, pegados a la iglesia, además de los arcos que daban entrada
desde otras calles.
Si quieren, empezamos por la Iglesia Arciprestal de Santa María
del Salvador, que fue edificada en el siglo XIV. Al tardar siglos en hacerla,
tomó casi todos los estilos, gótico-mudéjar, renacentista, barroco, neoclásico…
Muy poco queda de su estilo primitivo, porque las muchas reformas, le han ido
incorporando otras, y lo que predomina es el baroco. La iglesia guarda cosas
muy preciosas, y curiosas, como la imagen en alabastro de la Virgen de las
Nieves, que es la Patrona de la ciudad. O la Cruz, sobre la que juraron los
Privilegios de la Ciudad, los Reyes Católicos. La tabla Noli Me Tangere, una
pintura flamenca del siglo XVI. Y de ese mismo siglo, es la rejería gótica de la
Capilla Mayor.
Presidiéndolo todo, el soberbio Ayuntamiento, que edificaron
en el XVI, y que es una buena muestra del barroco en la ciudad. Una imponente
fachada de ese estilo y el medallón de Carlos III. Vecinos son el Casino, con
su galería acristalada de colores, o la airosa Torre del Reloj, de estilo neoclásico.
Sus calles albergan rincones con sabor de siglos, hermosas
casonas, y opulentos palacios. El Palacio de los Barnuevo, al que llaman
también de San Jorge. Barnuevo era rico, y Regidor Perpetuo de a ciudad. El
palacio es del siglo XVII, y mezcla el renacentista y el barroco. Tiene una
portada de piedra adintelada, flanqueada por pilastras, y coronada con
pirámides con bolas. La rodea un almohadillado con ménsula, friso y cornisa.
También están los escudos de las familias Barnuevo y Reina. El Palacio de los Núñez,
del siglo XVI, plateresco y barroco. Está muy bien conservado, ya que lo
restauraron el siglo pasado. Gran edificio de tres plantas, da a dos calles. La
fachada es de sillería de piedra caliza, con una magnífica arquería, rejas y
portada de medio punto. Balcones en la primera planta, y coronando el edificio,
una galería de arcos de medio punto al estilo aragonés. Sobre la puerta el
escudo familiar, figuras desnudas, motivos florales y un querubín con motivos frutales.
Y el de los López de Haro, un palacio del XVI, que ahora alberga oficinas, y
una Notaría. Por eso a su patio, de un barroco espectacular, le llaman el Patio
de la Notaría. Está cubierto con vigas, que lo bordean entero. El interior del
palacio tiene dos arcadas superpuestas, con arcos de medio punto, columnas con capiteles
toscanos y cuerpo con vanos y ventanas. La fachada adintelada, balcones
cubiertos con rejería, y escudo en la parte superior.
Sin ser palacios, merecen la pena otros edificios, como la
Casa de la Tercia, que edificaron en el siglo XVI, en estilo renacentista. En
ella se guardaba el pago de los diezmos, en grano o en otros productos. El
Colegio Alcalde Galindo, un edificio muy singular que edificaron en tiempos de
la República. Bonito en el exterior, con ladrillo y cubierta de hierro forjado.
Fue algo muy avanzado, porque tiene una chimenea en cada aula, altos techos y
grandes vanos. En 1936, alojó la Quinta del chupete o del biberón, que se llamó
así por ser la más joven y la última movilizada. En 1939, se convirtió en Colegio
Público. El Silo de los Pacheco, que se utilizaba como almacén de grano, y
ahora alberga la Oficina de Turismo. Antes les he hablado de la Iglesia de
Santa María, pero hay otras. La iglesia de San Julián, que es la más antigua,
la Ermita de San Antón, neoclásica del siglo XVIII. Tiene un bello retablo Mayor
Barroco. El Convento de Santo Domingo, escenario del Festival de Teatro Clásico.
El de Santa Ana, que se fundó para albergar la rama femenina de la Orden de los
Predicadores.
¿Más cosas? Pues les queda por ver. La Cárcel, del XVI, con
su fachada de sillería con dos portadas. Los baños árabes, que están en el
interior de una casa particular, y son los únicos que se conservan en la provincia
de Albacete de estas instalaciones. El Museo de la Cerámica, que alberga piezas
de uno de los oficios más antiguos. El edificio es nuevo, pero mantiene la
línea arquitectónica de la localidad. En sus seis salas, guarda más de dos mil
piezas alfareras de toda España.
Y algo muy curioso que no se pueden perder: Las casas-cueva
del siglo XVI, que hicieron los moriscos expulsados de Granada. Están excavadas
en la roca sobre la que se asienta a ciudad, fuera de ella, y de sus leyes. Sus
chimeneas cónicas, de un blanco resplandeciente, destacan sobre la oscura
piedra. Las más famosas son la del Agujero y Patios Altos.
La fiesta está asegurada cuando venga. En el mes de agosto
festejan a la Patrona, que es la Virgen de las Nieves, y en el mes de mayo le
rinde honores la Soldadesca. La Semana Santa que se remonta a 1526, y “Los Miércoles”,
los miércoles de Ceniza, representan en las calles escenas cotidianas, en las
que los protagonistas son muñecos hechos por las gentes de Chinchilla. Y a Santa
Ana, Santo Domingo, San Julián…
Sus manteles son castellanos, contundentes, pero no caros,
aprovechan sus productos de muy buena calidad. Atascaburras, ajo mataero, lomo
de orza, arroz caldoso con pollo o conejo, olla de pastor, los buenos quesos manchegos,
gachas chinchillanas, las dulces flores manchegas o las bellotas dulces. Los
Vinos de su D.O.P. compadrean con esa extraña bebida, que es la cuerva.