| Mª Adela Díaz Párraga |

Con los últimos días de año cristiano, Túnez prepara sus
fabulosos Festivales del Desierto. Una buena manera de pasar el final de la
Navidad, si son amantes de lo exótico. Tozeur y Douz, son los escenarios de los
festejos, a los que acuden las tribus de los más remotos lugares. El suroeste
de Túnez, es el país de las palmeras; y los inminentes saladares, el desierto
de sal, el pórtico al gran Sahara, a las arenas donde los ojos azulean de mirar
el infinito. Salpicando la arena, como
esmeraldas brillantes, los oasis donde crecen las palmas datileras, preñadas de
Dedos de Luz y Miel, que así llaman a los dátiles. El agua corre por canalillos
y acequias, regando los oasis.
Las fiestas comienzan en Tozeur, y para llegar a ella hay
que atravesar el desierto de sal por una carretera alta, en cuyos márgenes se
recoge el agua. A lo lejos verán oasis, camellos, casas, que desaparecerán al
acercarse. Son los espejismos. Tozeur, les hará pensar en un pueblo nuestro,
porque sus casitas de ladrillos sin cocer, formando extraños dibujos
geométricos, son familiares para nosotros, gente suresteña. Pasajes abovedados
que libran del calor, lo mismo que los soportales de las casas de la Medina,
casas y calles que son pura historia, porque se remontan al siglo XIV. El zoco
lleno de sorpresas, donde verán tejer las mantas de lana, y albornoces, y
alfombras, y sombreros de palma. Hay que ir al Dar Chait, un museo muy
especial, porque refleja toda la historia y cultura tunecinas en un montón de
objetos, con recreación de escenas típicas de otros tiempos. También hay que
hacer parada en Las Mil y Una Noches, donde se evocan imágenes de este cuento.
Visitar el Paradis, lugar precioso lleno de árboles y
flores, y tomarse un árabe de colores, hecho con granada,plátano, pistacho y
hasta rosas. Ir al Belvedere, una formación rocosa, desde la que podrán ver las
cuatrocientas mil palmeras del oasis, y a los pies del Ras El Aquin,
manantiales de agua a 85º formando un río. De la época romana, ha quedado la
Berka, una vieja presa que se utiliza para regar. En el siglo IX, el agrónomo
Ibn Chabett, creó una red de distribución de aguas, que corre por acequias, y
se
distribuye mediante muescas de troncos de palmera, que mueve una persona.
Esta, maestro del Koran, vigila el tiempo de riego, quese mide con una jarra
agujereada.
En este mes de diciembre, el Festival toma las calles, que
más que nunca, son un cuento oriental. Carros decorados, voceando viejas
costumbres y tradiciones, caravanas nómadas entrando majestuosamente al paso de
los meharis, las cosechas de dátiles, danzas folclóricas, bodas tradicionales…
Y se emprende el camino hacia Douz, pórtico del desierto.
Uno de los más bellos oasis, con casitas de adobe o de piedra, habitadas por
los Mrazig, y otras tribus que se han establecido allí. Un pueblo pequeñito,
rodeado de las arenas, pero lleno de vida, que se plasma en el mercado de los jueves.
En él se puede comprar desde un camello a una bolsa hecha con su piel, joyas de
plata y mantas de lana. Affas, los calcetines hechos a mano con lama de pelo de
cabra, que usan los tuaregs en su caminar por el desierto. Frutas y verduras,
dátiles y frutos secos. Y se pueden hacer muchas cosas, cabalgar a lomos de un
mehari hasta los enclaves seminomadas de Saafrane y El Faouar, bañarte bajo las
palmeras, en una gran piscina natural…
A pocos kilómetros, los remolinos de viento transforman en
dunaslas arenas finas, es El Hofra, y en sus contornos, se celebra el Festival
del Desierto, y ahí están las tiendas de las tribus Sabria. Y todo se
transforma en una estampa milyuninochesca. Los más coloridos ropajes, mujeres
sacando agua del pozo; bodas bereberes, con novias ataviadas con ropas y joyas
antiquísimas. En ellas, los Sabria, bailan la danza que solo ellos bailan en la
actualidad. Y hay carreras, y cacerías con los Sloughi, los valiosos galgos del
desierto, una raza purísima, criada con mimo a la sombra de las tiendas
nómadas. Carreras y combates delos mehari, los dromedarios blancos, y cenas
bajo las estrellas. en las tiendas beduinas.
En esos días, Douz y Tozeur, son como una maravillosa
estampa de cuento, donde todo es posible.